La primera regla de la buena suerte establece que la suerte no dura demasiado tiempo porque no depende de uno, mientras que la buena suerte la crea uno mismo, por lo que dura siempre.
Un buen ejemplo son aquellos que habiendo ganado la lotería –que muchas veces es lo que todos deseamos– caen en la actitud de abandonarse al destino porque cuando llueven muchos millones de golpe, lo que se piensa es que ya no merece la pena hacer nada, ya que realmente no hay nada que dependa de uno. Se adopta una actitud de abandono merced a la cual se aprovecha mal la oportunidad y se empieza a depender sólo de la suerte.
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La segunda regla de la buena suerte dice que muchos son los que quieren tener buena suerte, pero pocos los que decidimos ir por ella. Esto nos indica realmente que hay que ir a por lo que deseamos: eso es lo que trae la prosperidad (sea mucho o sea poco).
La mayor parte de las personas realizadas, tenían claro lo que querían hacer para ir en pos de una meta, un deseo o un sueño y después pensarían cómo ganar dinero.
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Tercera regla:
Si ahora no tienes buena suerte, tal vez sea porque las circunstancias son las de siempre. Para que la buena suerte llegue es conveniente crear nuevas circunstancias. No puedes crear nuevas circunstancias si no entiendes muy bien en qué circunstancias estás anclado que te hace reproducir patrones ya conocidos. Para salir de las circunstancias actuales es fundamental valorar positivamente el error.
Tenemos mucho miedo a equivocarnos, cuando en verdad equivocarse resulta fundamental. Quien no se equivoca no prospera ni progresa. El error es la clave del cambio, y tenemos que pasar a amar los errores y a fijarnos en ellos. Cuando uno toma conciencia de las circunstancias en las que se encuentra, es más fácil empezar a cambiarlas. ¿Por qué nos da tanto miedo el error? Sentimos aversión al riesgo, cuando el riesgo es muchas veces la felicidad temida. En definitiva, con el miedo ocurre que, cuando se le mira a los ojos, uno descubre que no hay nada detrás. O mejor: detrás del miedo hay deseo, Y la única manera de convencerlo es dejarlo entrar en uno.
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Cuarta regla de la buena suerte:
Afirma que preparar las circunstancias para la buena suerte no significa buscar sólo el beneficio propio, sino que crear circunstancias para que otros ganen también, atrae la buena suerte. Compartir es importantísimo. Al final, la buena suerte es como el agua: si la dejas estancada, se pudre, cuando lo que necesita es fluir. Piensen en una causa social que les preocupe, contribuyendo en algo. Realmente, la sociedad tiene que cambiar en esa dirección, y ha de pasar del paradigma de la competición al paradigma de la colaboración, porque, si no, entre otras cosas estamos poniendo en peligro el futuro de este planeta.
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Quinta regla:
Si se deja para mañana la preparación de las circunstancias, la buena suerte quizá nunca llegue. Crear circunstancias requiere dar un primer paso, pero esta quinta regla nos obliga a algo más: hay que darlo precisamente hoy, es decir, no hay que postergar, sino perseverar. Muchas veces, uno tiene el deseo de escribir un libro de poesía o de montar un pequeño negocio o de cualquier otra iniciativa, pero lo quiere hacer tan bien a la primera que eso lo bloquea. Cuando se analiza a las personas más célebres, a las que han hecho las obras más brillantes, se llega a la conclusión de que son individuos que han desarrollado una cantidad de creaciones enorme, y que fue la cantidad la que les trajo la calidad.
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Sexta regla, enseña lo siguiente:
"Aun bajo las circunstancias aparentemente necesarias, a veces la buena suerte no llega. Busca en los pequeños detalles circunstancias aparentemente insignificantes, pero imprescindibles".
Muchos descubrimientos han llegado al observar pequeños detalles que pasaban inadvertidos. A veces, los descubrimientos se esconden detrás de pequeños detalles, pero uno los ve solamente cuando tiene una actitud atenta y adecuada.
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Séptima regla,
A quienes se dedican a crear circunstancias, el azar no les preocupa. Alcanzar la satisfacción plena consiste en poner el resultado en la satisfacción que provoca el proceso.
Muchas veces nos fijamos demasiado en el resultado, es decir, según lo que obtengamos estaremos más o menos contentos. Hay que olvidarse del resultado, y disfrutar el crear.
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Regla número ocho:
La buena suerte no se vende. Hay que desconfiar de los vendedores de suerte. Y te dice: "Yo tengo lo que tú necesitas".
Ante eso, uno ha de tener fe, perseverar en el sueño personal y buscar colaboraciones.
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La novena regla dice que, cuando ya se han creado todas las circunstancias, hay que tener paciencia y no abandonar. Es decir, para que la buena suerte llegue hay que confíar. Continuar invirtiendo sin abandonar y buscarle aplicación a los errores.
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La décima y última regla afirma que, aceptar que en la vida aparte de alegrías, las desgracias existen y no se pueden negar.
El punto de partida para crear buena suerte es poder integrar el dolor y la desgracia, encontrándoles un sentido en nuestra vida.
Dedicado hace 25 años a la difusión y práctica de distintas herramientas terapéuticas como interpretación de sueños, astrología y runas, las aplica tanto en consultas personales como en talleres de formación.
Para empresas realiza trabajos de Asesoría Motivacional.
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